Después de ver la serie Adolescencia en Netflix, me he quedado con un nudo en el pecho y muchas preguntas. No porque no supiera ya lo que pasa, sino porque una vez más me ha hecho mirar de frente una realidad que vemos cada semana en consulta. Así que este artículo forma parte de una serie que nace de ahí, de la necesidad de hablar de lo que duele, de lo que a veces no se ve, y de lo que está en juego cuando crecer se convierte en una experiencia solitaria.
“Está todo el día con el móvil, no habla con nadie.”
“Yo a su edad ya trabajaba, no tenía tiempo para tonterías.”
“Es que los adolescentes de ahora se quejan por todo.”
Frases así se escuchan cada día en familias, en aulas, en pasillos de instituto, en medios. Y detrás de ellas hay una realidad que se nombra poco: la soledad emocional de muchos adolescentes. Una soledad que no siempre se ve, porque va disfrazada de apatía, de rabia, de pantallas. Pero está ahí. Y duele.
La adolescencia no es un simple “bache” ni una etapa para sobrevivir hasta que “se les pase”. Es un momento de transformación profunda: a nivel físico, emocional, neurológico, social e identitario. El cerebro adolescente está en plena reconfiguración. Se desarrollan nuevas capacidades cognitivas, se activan sistemas de recompensa que intensifican la búsqueda de novedad, y se redefine la identidad en relación con el grupo, con la mirada externa y con el sentido de pertenencia.
Es una etapa de exploración, sí. Pero también de vulnerabilidad. Porque mientras se replantean todo lo que han aprendido en la infancia, se enfrentan a nuevas exigencias: elegir su futuro, adaptarse al cuerpo que cambia, encajar en entornos donde a veces no hay lugar para la diferencia. Y lo hacen, muchas veces, sin un adulto emocionalmente presente cerca.
El abandono emocional que nadie reconoce
No hablamos de adolescentes sin recursos. Hablamos de chicos y chicas que tienen techo, estudios, incluso actividades extraescolares… pero no tienen un adulto emocionalmente disponible a quien acudir cuando el mundo se les cae encima. O cuando sienten que algo no encaja. O cuando simplemente necesitan hablar, sin miedo a ser juzgados o sermoneados.
La adolescencia es una etapa de cambio brutal. Se desordenan las emociones, se tambalean las certezas, se busca identidad, pertenencia, sentido. Y sin embargo, muchos adolescentes la viven en una especie de orfandad emocional, porque quienes deberían acompañarles están demasiado ocupados, cansados o asustados para mirar de verdad.
¿Qué modelos les estamos dando?
Vivimos en una sociedad que exige a los adolescentes madurez, responsabilidad y equilibrio emocional… mientras les infantiliza, les etiqueta o directamente los ignora. Se les pide que no griten, que no se aíslen, que no rompan cosas… pero ¿cuántos adultos les enseñan a sostener una emoción intensa sin asustarse?
¿Cuántas veces ven a un adulto pedir perdón? ¿O expresar tristeza sin esconderla? ¿Cuántas veces se les ha dicho que lo que sienten tiene sentido, aunque duela? ¿Cuántas veces han sido escuchados sin que al minuto siguiente alguien les diga “eso no es para tanto”?
Educar emocionalmente no es dar charlas. Es estar. Es sostener. Es poner límites desde el vínculo, no desde el miedo. Es preguntar de verdad cómo están… y quedarse a escuchar la respuesta, aunque no sea bonita.
¿Cómo se construye un vínculo de confianza?
No hay recetas mágicas, pero sí hay caminos posibles:
- Validar sin dramatizar: que puedan sentirse escuchados sin que se monte una escena.
- Estar disponibles sin invadir: que sepan que estás, aunque no quieran hablar ahora.
- Nombrar lo propio: contar también cómo te sientes tú, mostrarte humano.
- No tomártelo como algo personal: su distancia, su rabia o su silencio no son un ataque, son una forma de decir que algo duele.
La confianza no se exige, se cultiva. Y lleva tiempo.
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Acompañar sí, pero de verdad
Si sientes que no sabes cómo acompañar a tu hijo o hija adolescente… no estás solx.
Si te da miedo hacerlo mal, si te bloquea el rechazo, si no entiendes lo que le pasa… no estás solx.
Y si eres adolescente y sientes que nadie te entiende, que todo lo que dices molesta o se minimiza… tampoco estás solx.
En nuestro equipo contamos con especialistas en psicología online para adolescentes, con experiencia real en acompañar esta etapa sin juicios, con herramientas actualizadas y con una mirada profundamente humana. Espacios donde pueden hablar de lo que no se atreven a decir en casa o en clase. Espacios donde madres y padres también pueden sentirse acompañados.
No se trata de tener todas las respuestas. Se trata de no dejarlos solos con las preguntas.
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