✨All you need is love? ✨

No.

Por mucho que nos lo hayan metido en la cabeza, el amor de pareja, el romántico no es lo único que necesitamos para vivir.

El amor, esa sensación que te vuelve la vida del revés y por el que no puedes comer ni dormir, está guay, es droga dura, pero no significa que lo pueda todo, ni que lo sea todo.

Hay mucha gente que debido a esta idea subyacente aguanta al lado de alguien con quien no tiene nada en común o quien directamente no le aporta felicidad. Hace miles de intentos por seguir ahí, llegando incluso a perderse para que no ser abandonad@.

Me encuentro esta situación a diario en terapia de pareja.

Las parejas vienen porque suele haber diferencias que los separan. Pero también porque alguna de las partes se ha ido diluyendo por el miedo de perder la relación , lo que, al final, ha hecho que la pareja lo acuse.

¿Por qué sigo, si no quiero?

Una de las causas es que la búsqueda del amor romántico se ha convertido en el centro de la vida. Parece que sin pareja no eres nada, no mereces nada, no puedes ser feliz.

Por eso, cuando encontramos a alguien, la colocamos en el centro y empezamos a girar a su alrededor.

Leído así nos damos cuenta que resulta poco saludable ¿verdad?

Cuando llenamos nuestro tiempo y espacios de lo mismo ¿qué ocurre si un día desaparece?

Que nos aplasta el vacío.

El miedo a perder ese “todo” se vuelve atroz, y hacemos lo imposible para mantenerlo generando relaciones dependientes.

¿Cómo evitar las relaciones dependientes?

Depender significa estar sujeto a condiciones. En una pareja tiene que haber acuerdos, está claro, pero no condicionar la forma de ser, de sentir o de hacer de la otra persona. Para evitar una pareja dependiente, lo ideal es que nuestra vida esté plena en todos o en otros ámbitos. Es decir, cuando tenemos redes sociales (y no me refiero a Instagram), suficiencia económica, bienestar emocional, un trabajo que nos gusta…. somos capaces de ver con más perspectiva y saber que podemos (perfectamente) sobrevivir sin esa persona.

Busca tiempo para ti

Sois pareja, no siameses (esto lo dice mucho una amiga mía y me encanta ). Es imprescindible tener momentos a solas, que no sean compartidos en pareja. Puede ser un café con alguien, un viaje o un ratito de lectura por las tardes, eso depende de cada necesidad. Pedir tiempo para ti no es egoísta y tenemos derecho a disfrutarlo.

Mantén tus intereses

Está claro que en pareja hay que ceder. A veces es ver una película que no te gusta demasiado, pasar un finde con sus amig@s o comer en un restaurante que no es tu favorito… Pero eso no significa que tengas que abandonar tus hobbies o intereses. Y no es necesario que la otra persona se vea arrastrada a eso que tanto te gusta. Puedes disfrutar por tu cuenta del mismo.

Intenta relacionarte con personas ajena a tu pareja

Las relaciones sociales son importantísimas también en pareja. Hablar en profundidad con otras personas, compartir tiempo, sentirte apoyad@… todo esto nos ofrece un punto de vista diferente al que tenemos en casa.

Al tener parcelas propias, aunque pueda parecer paradójico, la relación se vuelve más sana, porque no NECESITAMOS estar con esa persona, sino que lo elegimos cada día.

✨¿Cómo saber si mi duelo se ha complicado? ✨

El duelo es el proceso de sanación de la herida que deja la pérdida de algo que nos importaba.

El duelo no solo ocurre cuando una persona fallece. Puede haber un duelo por una pérdida material, emocional (como una ruptura), evolutiva…

Es decir, cualquier pérdida nos genera una sensación de vacío. Duele. Y todas tienen derecho a ser reconocidas y sanadas.

Lo que más se conoce es el modelo de duelo por fases. Esta teoría nos habla que hay que pasar algunas etapas en el proceso de duelo: negación, negociación, ira, depresión, aceptación. Os suena ¿verdad?

Pero bajo mi punto de vista, este marco teórico se ha quedado anticuado. Ahora los psicólogos y psicólogas hablamos de Tareas de duelo.

Porque el duelo no es como subirte en un tren que va haciendo paradas hasta que llegas a tu destino. Se siente más como una montaña rusa.

Tareas de duelo

1.      Aceptar que la pérdida ha sido real.

2.      Sentir todas las emociones que acontezcan.

3.      Aprender a vivir en un mundo sin lo que se ha perdido.

4.      Recolocar emocionalmente a la persona.

5.      Revertir lo aprendido en beneficio de los demás.

¿Cómo puedo saber si mi duelo se ha complicado?

Un duelo se complica cuando los mecanismos para afrontarlo se convierten en defensas que incapacitan y limitan.

Es como si el duelo fuese una especie de laberinto y al quedarnos atascados en alguno de sus pasillos, nos hace permanecer inmóviles porque no vemos que haya forma de salir.

Entendemos que el duelo se complica cuando nos quedamos atascados en alguna de las tareas. Lo que en un principio es adaptativo y debe ayudar a resolverlo acaba por convertirse en un problema cuando se mantiene en el tiempo.

Por ejemplo:

  • Tener sensación de incredulidad es lo más normal al principio. No puedes creer lo que ha pasado. Si esto se mantiene en el tiempo, puede complicar el duelo.
  • Sentir enfado, rabia o envidia es normal durante el proceso. Pero si esas emociones pasan a convertirse en un estado de ánimo y la persona se siente amargada todo el tiempo le va a afectar en todas las áreas de su vida y le va a llevar a aislarse y deprimirse.
  • Los pensamientos intrusivos y circulares de porqué a mi,  porqué no hice esto o porqué si lo hice son normales al principio pero si la persona se queda enganchada a ellos esto puede llevarla a sentir mucha culpa o rencor y ello a deprimirle.
  • Sentir apatía y no tener ganas de hacer nada también es muy común pero si se alarga en el tiempo la persona dejara de ser funcional y no se ocupará ni de si misma ni de las direntes áreas de su vida.

Hace un tiempo, para ayudar a una amiga, creé un cuaderno de duelo. No está muy bonito ni muy bien maquetado, pero os dejo el enlace por si os es de utilidad. Aún así, si te sientes identificado/a con lo que venimos hablando sobre complicaciones en el duelo, te animo a pedir ayuda a un psicólogo o psicóloga especializad@ en duelo para que pueda ayudarte y acompañarte en el proceso.

✨¿Por qué siento envidia?✨

Las emociones no son buenas o malas.

Pero es cierto que hay algunas que nos incomodan, bien porque no sabemos gestionarlas, bien porque no queremos sentirlas.

Es el caso de la envidia.

La envidia es considerada es una emoción indeseable, socialmente rechazada. Cuando la sentimos, a su vez, aparece la culpa ¿por qué tengo que sentirme así? ¿Será que no soy buena persona? ¿Puedo hacer algo para evitarla?

Con este post quiero que veamos la humanidad que hay tras esta emoción y cómo gestionarla. Al menos para no añadir más sufrimiento a la emoción.

¿Qué es la envidia?

La envidia es una de las emociones que está conectada con el miedo y que surge porque queremos algo que otros tienen. Puede aparecer cuando ves que alguien ha conseguido algo que es importante para ti o cuando tú has perdido algo que era valioso.

Quiero aclarar que no existe envidia sana o mala. Existe la envidia humana. Y a mí no me gusta llamarla sana y mala porque ambas son inherentes a la experiencia humana y a los procesos que los seres humanos vivimos y experimentamos.

Es cierto que a veces sentirla puede llevar a las personas a cometer actos de dudosa moralidad pero otras les insuflan motivación para llegar a conseguir aquello que quieren y no rendirse.

Quiero decirte que sentirla no te hace mala persona, solo persona. Que es normal cuando surge que aparezcan pensamientos chungos porque hay trances muy dolorosos. Quiero DECIRTE que eso no tiene nada que ver con ser buena o mala persona. Cuando murió mi hija desee que todos los bebes desapareciesen, porque cada vez que me encontraba con uno sentía envidia y enfado. De porqué yo no y los demás si. Mi solución al problema era que nadie tuviese un bebe y así no tendría que ver ninguno que me hiciese recordar que mi hija había fallecido.

Esto te lo cuento porque es importante que la normalicemos. La envidia se castiga mucho en la sociedad por nuestra cultura cuando es algo muy nuestro.

¿Y cómo la gestiono?

1.      Respira y observa dónde la sientes en tu cuerpo.

2.      Identifícala, nómbrala.

3.      Pregúntate ¿para qué esta ahí?¿Para que te sirve? Sé que te hace sentir mal, pero ese hacerte sentirte mal ¿qué provoca en ti?. Estoy segura que hace que muevas el culo y te pongas en marcha para conseguir lo que quieres o para pedir ayuda para poder atravesar tu duelo.

4.      Tú no eres tus emociones y tus pensamientos. No eres mala persona por sentir envidia y tener cierto tipo de pensamientos.

5.      Recuerda que no es lo que piensas y sientes sino lo que hace con eso que piensas y sientes.

6.      Actúa. Haz que la envidia te sea útil como energía para moverte a conseguir lo que quieres y trabajar por ello.

Como sabemos, no podemos evitar sentirnos como lo hacemos, pero sí qué hacemos.

Que sientas envidia no significa que vayas a hacer nada para que otras personas estén peor. Es importante usar esa energía para mejorar aquellos aspectos de tu vida con los que no te sientes conforme.

Si todo esto que te planteo se te hace un poco bola te invito a inscribirte a mi newsletter para que recibas más contenido que pueda ayudarte o inviertas en el curso Calla a tu mente, Calla a tu Dramaqueen que va a mostrarte herramientas para bajar el volumen, gestionar tus emociones y pensamientos, clarificar lo que te importa, actuar en consecuencia y por tanto estar más tranquilx y presente.

Y tú ¿qué piensas?

✨BE WATER, MY FRIEND✨

Dentro de dos meses cumpliré 43 años. Y alucino cuando me detengo a pensar que hace 20 años mi vida cambió para siempre. Fue un día mientras me lavaba el pelo arrodillado en la bañera. Tenía una melena que me llegaba hasta la cintura (¡quién la pillara ahora!). Al levantar la cabeza para secarme el pelo sentí una corriente eléctrica en la nuca. Algo a lo que no di importancia. Porque lo importante era tener mi melena peinada a tiempo antes de salir de fiesta con mis amigos y amigas, claro. Lo que no sabía por entonces es que ese era el primero de muchos síntomas que me harían comenzar un viaje a nivel psicológico que muchas personas nunca imaginarían realizar. Las mismas personas que nunca van a tener una enfermedad rara en su vida.

Desde aquel día, nada ha vuelto a ser igual. De forma lenta, pero sin descanso, mi cuerpo y mente comenzaron a decirme que algo no iba bien. Aparecieron unos dolores de cabeza que nunca antes había tenido. Y con ellos, las visitas a urgencias. Visitas que siempre terminaban con un “no tienes nada. Es ansiedad. Tómate la vida con más filosofía”. Así que me tomé la vida con filosofía y con antidepresivos y con ansiolíticos. Exactamente fueron 6 años de medicación para que mi mente no se pusiese a gritar cuando los mareos, dolores de cabeza, fallos de memoria y demás aparecían como consecuencia de una enfermedad que había estado dormida hasta aquel día en el que lavaba mi espléndida y desaparecida melena. Una enfermedad que nadie veía porque “lo que te pasa son nervios, chaval”.

6 años son muchos años, ¿verdad? 6 años donde llegué a pensar que estaba loco. Porque cuando tú dices que algo es blanco, pero el personal sanitario te dice que no tiene color
porque eso de lo que hablas no existe… te vuelves loco. Y en todo ese tiempo vives momentos en los que eres incapaz de comer. Y adelgazas. Adelgazas mucho. Y vomitas. Porque tu cuerpo ya no sabe cómo decirte que te ocurre algo. Y los especialistas te dicen que estás bien. “Simplemente tienes ansiedad. Cálmate”. Haces yoga, meditas, intentas no agobiarte en el futuro… Y aprendes a no pensar en esos mareos y dolores. Vaya, que casi casi te dan el carné de monje shaolin porque eres capaz de focalizar tus pensamientos hacia otros lugares. Pero no te engañes. Porque si tienes una enfermedad rara, es probable que empeores. Y si nadie te hace caso tendrás que ser tú quien la encuentre, como si fueses el mismísimo House. Y eso hice. Pasé meses buscando información hasta dar con un nombre que no sabía cómo se pronunciaba. Y tras pedir que me hiciesen la prueba llegó el diagnóstico. Y con él… el miedo.

‘Crónico’, ‘degenerativa’, ‘sin cura’… Conceptos que acojonan mucho. Tanto tanto que sales llorando de la consulta de tu neurocirujana. Te dice que, si quieres, podrías operarte para que los síntomas te jodiesen algo menos. Pero la operación es complicada y podrías salir peor del quirófano. O no salir. Y tú piensas que con 30 años deberías estar pensando en si tu pareja te pone los cuernos o no, o en si deberías cambiar de trabajo, o en viajar… pero no en si quieres abrirte la cabeza como un melón con el riesgo de que un milímetro de mala precisión te deje moñeco de por vida. Y, entonces, metes la sexta en ese viaje psicológico del que hablaba antes. Porque tu escala de valores se modifica, por narices.

Una enfermedad rara no te convierte en mejor persona. Pero sí hace que te plantees muchas cosas. Con el tiempo he aprendido mucho sobre resiliencia. Pero cuando la enfermedad se acentúa en ocasiones, soy humano y aparece el miedo y el “¿por qué tengo que tener una enfermedad rara yo?”. Hace un par de años tuve tal recaída que temí no adaptarme al nivel de jodienda de los síntomas. Y ahí, una psicóloga de FEDER (Federación Española de Enfermedades Raras) me dijo algo muy valioso. Muy mucho. Algo que creo que puede ayudar a cualquier persona con una enfermedad rara o sin ella. Más o menos me dijo esto:

“Si al Juanpe (yo, hola qué tal) de hace 25 años, antes de que la enfermedad despertase, le llegan a decir que se tendría que adaptar a estar mareado, a sentir tanto dolor de cabeza, a esos hormigueos en los brazos… ¿qué habría respondido?”. Evidentemente, ese Juanpe habría dicho algo como “si me pasa eso me muero. Ni de coña voy a vivir así”. A lo que la psicóloga respondió: “Pero lo hizo. Ese Juanpe se adaptó a esa nueva vida. Y no solo eso, es que se hizo más fuerte. Entonces piensa… el Juanpe de hoy también se podrá adaptar si esos nuevos síntomas se quedan para siempre”. Jolín, es cierto. La capacidad de adaptación del ser humano es monumental. Porque a día de hoy soy capaz de vivir con una rastra de síntomas que tú, que estás leyendo esto, sentirías como una tortura si despertases mañana con ellos. Pero… te aseguro que… te adaptarías.

La mente es muy fuerte. Tanto para mal como para bien. Así que te recomiendo que aprendas a potenciarla para bien porque podrás salir de esos baches impredecibles que nos regala la vida; ya sea una enfermedad rara o una ruptura o la pérdida de un ser querido o una depresión o lo que sea. La mente se puede adiestrar y tenemos la capacidad para conseguirlo. Solo necesitamos las herramientas adecuadas. Y si nos acompaña alguien para guiarnos en el camino, mejor.

Podemos adaptarnos como la forma del agua al pasar de un vaso a una botella. Y no hace falta tener una enfermedad rara, como yo, para darnos cuenta. Así que… ¡cuida y entiende tu mente! Ya de lo que supone tener una enfermedad rara que nadie nota que tienes… hablo otro día si eso 🙂

Gracias por leerme.

Juanpe Gálvez