✨Psicología Positiva: Fortalezas✨

La psicología positiva es una rama relativamente reciente de la psicología cuyo objeto de estudio son los procesos que potencian el bienestar emocional. 

Qué nos hace felices, vaya.

Lo que se intenta desde este enfoque (complementario y necesario al conjunto de la psicología “clásica”) es descubrir qué características de la personalidad y circunstanciales hacen que las personas sean más felices.

Por toda la comunidad científica eran conocidos los rasgos que propiciaban desarrollar un trastorno mental pero ¿qué valores nos protegen de los mismos? ¿Cuáles son las virtudes que hacen que las personas sean más felices?

Fortalezas

A esta pregunta intentaron responder Seligman y Peterson creando una exhaustiva lista de atributos “positivos” (Character, Strengths and Virtues, 2004) .

Las fortalezas son definidas como constantes en el comportamiento, pero no son una capacidad. Esto quiere decir que aunque tengamos tendencias a expresar unas y no otras, estas pueden ser aprendidas.

Definieron 24, divididas en 6 categorías y además crearon un cuestionario que nos permite conocer cuáles son las más sobresalientes en nuestra personalidad.

¿Quieres conocerlas?

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Las 24 fortalezas personales

  1. Sabiduría y conocimiento: características cognitivas que conllevan buscar y compartir el conocimiento con otras personas.

Creatividad

Buen juicio

Curiosidad

Perspectiva

Amor por el aprendizaje

  1. Coraje: fortalezas emocionales que nos ayudan a alcanzar nuestras metas frente a la oposición, interna y/o externa.

Valentía

Perseverancia

Integridad

Entusiasmo

  1. Humanidad: tendencia a la creación de relaciones interpersonales que implican afecto y cuidado hacia los demás.

Inteligencia Social

Intimidad

Bondad

  1. Justicia: sentido para actuar con ética y entender los derechos de todo el mundo.

Responsabilidad

Liderazgo

Equidad

  1. Moderación: capacidad de no caer en los excesos, sean estos de la naturaleza que sean.

Prudencia 

Humildad 

Autocontrol

Misericordia

  1. Trascendencia: rasgo interno de procurar un sentido a la vida de forma profunda.

Espiritualidad

Sentido del humor

Gratitud

Apreciación

Optimismo

✨¿Por qué tengo ansiedad?✨

La ansiedad es un problema complejo y multifactorial, esto quiere decir que tienen que darse a la vez varias circunstancias tanto para que comience como para que se mantenga en el tiempo.

El objetivo de este post es entender cómo la Dramaqueen, el discurso interno que todo el mundo tiene, amplifica el trastorno. Cuando reconocemos esa voz interior, es más fácil utilizarla para que nos sea útil, para que juegue en nuestro equipo.

La ansiedad no es mala

El estrés, las preocupaciones, la ansiedad, no son emociones “negativas” per se, son muy útiles cuando nos encontramos ante un peligro. El problema viene cuando respondemos así ante situaciones que no ponen en riesgo nuestra vida.

Porque tenía sentido que el corazón enviase más sangre a los músculos cuando teníamos que escapar de un animal salvaje, pero no que nos provoque una taquicardia estar en un atasco ¿me explico?

El cuerpo reacciona ante señales, sean estas concretas o imaginadas (ya sabemos que la dramaqueen consigue hacernos creer que todo lo que pensamos sea real). Un primer episodio de ansiedad, por lo tanto, no tiene por qué convertirse en un trastorno. El problema viene cuando tenemos tanto miedo a que vuelva a suceder que intentamos controlar el ambiente o las emociones para que no nos vuelva a ocurrir.

Comparto un testimonio real:

“El primer ataque de ansiedad que me dio fue en una clase de la universidad. Yo estaba en mi primer año y por un momento sentí que me iba a desmayar. Salí de allí muy asustada porque pensaba que podía perder el conocimiento. Recuerdo que el camino hasta mi casa fue increíblemente angustiante. Lo pasé realmente mal. Al día siguiente, cuando me preparé para volver a clase, no conseguí atravesar la puerta. Yo aún pensaba que había sido una bajada de azúcar o de tensión pero por algún motivo no era capaz de salir. Quería evitar sentir esa sensación otra vez a toda costa.”

No puede volverte a pasar”, “Vas a volverte loca si te ocurre de nuevo”, “Si vas, te va a dar otra vez”… Estos son pensamientos que podemos tener ante un primer episodio. Y si hacemos caso a la voz que intenta protegernos, paradójicamente, va a agravar nuestro problema.

La necesidad de control, esa sobreexigencia, retroalimenta la ansiedad, y cada vez nos sentimos peor.

¿En qué se diferencia la ansiedad y el trastorno de ansiedad?

Mucha gente siente estrés o ansiedad, incluso tiene un ataque de pánico en algún momento de su vida, pero no termina desarrollando un trastorno. Como hemos dicho al principio, son varios los factores que influyen. Es la Dramaqueen y todo ese discurso que nos creemos la que hace que la ansiedad sea constante en el tiempo.

Pero no deja de ser una “buena noticia” (entended lo que quiero decir). Al ser una conducta aprendida, puede desaprenderse, tenemos la capacidad de utilizarla para que nos sea útil.

No es fácil, no voy a engañaros. Tenemos que modificar pensamientos y creencias con las que hemos convivido desde siempre, que nos fueron inculcadas en la infancia. 

¡Pero con trabajo es posible! Escuchar qué nos dice, en qué momento lo hace y saber que no siempre lleva razón es el primer paso para sentirnos mejor.

Palabrita.

✨ ¿Cómo te hablas? ✨

Os voy a contar por qué me pongo tan pesada con cuidar la forma en la que nos hablamos.

El lenguaje es una capacidad asombrosa. Nos permite imaginar, abstraer conceptos, pensar en situaciones que no están ocurriendo en este mismo instante, relacionar realidades.

Es brutal.

Ningún ser lo ha desarrollado como nuestra especie.

Gracias a esto (o por desgracia, que pensarían, si pudieran, plantas y animales que comparten La Tierra con nosotrxs) somos quienes partimos el bacalao. Sin ser más grandes, más fuertes o más rápidos, hemos conseguido dominar el ambiente.

El cerebro humano es maravilloso. Y también puede ser el origen de mucho sufrimiento. Todo lo que nos ha hecho llegar hasta aquí, que ha conseguido hacer volar toneladas de acero, que ha establecido sistemas legislativos complejísimos, que ha creado la Capilla Sixtina o Machu Pichu, es, además, lo que nos provoca trastornos emocionales incapacitantes.

Los sistemas y procesos son los mismos. Pero a veces no juegan a nuestro favor.

Para que nos entendamos…

Voy a intentar explicar de forma muy simple (y por lo tanto puedo dejarme muchas cosas en el tintero) cómo se construyen las relaciones en nuestra mente a través del lenguaje.

A lo largo de nuestro aprendizaje, vamos relacionando conceptos con pensamientos o consecuencias. Estas conexiones son ilimitadas. Lo hacemos de una manera casi automática, sin que nos cueste ningún tipo de trabajo. Esto es bueno (buenísimo) pero también puede ser muy perjudicial, porque al no establecer conexiones de forma consciente tendemos a hacerlo de una manera arbitraria.

Esto quiere decir que podemos relacionar fuego con dolor, que está muy bien, pero también con peligro, humo, asfixia, muerte. Siendo así no es de extrañar que se disparen conductas poco adaptativas cada vez que vemos un fuego, aunque este sea el de una barbacoa.

La intensidad de estas conductas dependerá, obviamente, de la potencia con la que hemos marcado esta conexión. De las veces que hayamos andado el camino entre fuego y muerte.

Además, esta relación puede hacerse (en la mayoría de los casos es así) de forma simbólica, por lo que ni siquiera necesitamos una experiencia directa para crearla.

Hay gente que tiene miedo a volar porque una vez sufrió turbulencias y el avión cayó de golpe cientos de metros. Esta fobia es palpable.

Otra, en cambio, lo tiene sin haberse montado nunca en un avión. ¿Por qué? Porque ha generado relaciones de forma abstracta a través del aprendizaje. No necesita saber cómo es un vuelo para que se le acelere el corazón, tenga temblores o le cierre el estómago.

Sólo un pensamiento (la posibilidad de volar ¡ojo! que no estamos hablando de que lo esté haciendo en ese momento) es capaz de provocar un estado físico incómodo.

Y es lo que hace la Dramaqueen.

La dramaqueen nos va contando de forma automática quién somos, cómo somos y lo poco que valemos. Este discurso puede dispararse por cualquier estímulo que haya sido conectado en el pasado y, por supuesto, nos va a generar emociones y conductas poco útiles.

Cuanto más tiempo lleve en nuestra cabecita, mayor será la red que haya tejido, más profundas serán las conexiones entre diferentes pensamientos, estímulos, conductas.

Sigamos con el ejemplo del miedo a volar.

Si alguien tiene miedo a volar y lo que hace es no viajar, vale. Pero esto puede ir extendiéndose con diferentes relaciones que nuestra mente vaya creando.

Estamos viendo callejeros viajeros en la India y piensas “yo nunca podré conocer ese país”. Esto te provoca tristeza y ansiedad, por lo que dejas de ver callejeros viajeros. Además no quieres ver las fotos que tu clase ha hecho en su viaje fin de carrera, por lo que aplazas quedar. Y la carretera que va al aeropuerto te recuerda lo mal que te hace sentir no poder coger un avión, por lo que terminas evitándola.

Podría seguir así muchos, muchos párrafos porque no es ninguna exageración. Casi todos los trastornos comienzan y se mantienen con esta lógica. 

¿Qué puede hacer la psicología al respecto?

He querido escribir este post porque sé que a mucha gente le gusta conocer cómo funciona su mente. A veces, saber el origen nos hace sentirnos menos perdidxs. También porque al contar con un marco teórico, entendemos por qué los tratamientos son de cierta manera y no de otra. 

Pero lo importante es saber que la psicología tiene herramientas que lo que consiguen es reestablecer las conexiones que no nos son muy útiles por otras más adaptativas.

Al final, lo que queremos es que nuestros pensamientos no sean obstáculos sino palancas con las que mover el mundo. 

✨LA PERFECCIÓN PARA LAS MÁQUINAS✨

Vivimos en una sociedad individualista y competitiva, donde destacar por encima de los demás es señal de éxito, mientras que el conformismo se entiende como signo de dejadez y debilidad.

Esto puede llevarnos a pensar que nuestro valor como personas aumenta en la medida en que nos acercamos a la perfección, asumiendo, por tanto, que el margen de error en todo cuanto hacemos es mínimo. Hoy me gustaría hablaros de la búsqueda de la perfección y sus consecuencias.

EMPECEMOS POR UNA DEFINICIÓN

Seguramente estemos de acuerdo en definir la perfección como la ausencia total de errores o defectos en un resultado. No obstante, probablemente tú y yo tengamos una idea distinta de lo que es perfecto, pues se trata también de un concepto muy subjetivo. Cada uno de nosotros se ve condicionado en distinta medida por su búsqueda particular de la perfección.

Pero, ¿realmente podemos alcanzar la perfección?

La respuesta es NO, el ser humano es imperfecto por naturaleza, por lo que ser perfeccionista es una batalla perdida desde el inicio. Sí, lo sé, esto puede llegar a ser un poco decepcionante al principio, pero visto de otra manera, también es muy liberador. Ser consciente de que la perfección es inalcanzable te permitirá buscar la excelencia desde una base mucho más sana para tu salud mental y física. 

Como curiosidad me gustaría que pienses en aquello que nos dicen o que solemos decir a alguien que ha logrado una hazaña similar a la perfección: “eres una máquina”. Esta puede parecer una frase hecha más, pero denota cierta consciencia de que lo humano está lejos de ser perfecto. Si alguien se acerca mucho a nuestra idea de perfección optamos por despojarlo de su naturaleza humana y otorgarle un calificativo más afín a resultados impolutos como es el de “máquina”. 

Entonces ¿es bueno o malo ser perfeccionista?

La respuesta, como en tantas otras ocasiones, es el temido y desconcertante DEPENDE. Al que le sigue la obligada pregunta “¿depende de qué?”. Pues bien, depende de la flexibilidad de nuestra idea de perfección y de si somos amos o esclavos de la misma. 

La búsqueda de la perfección puede sacar lo mejor de nosotros, de eso no hay duda. Pero si en algún punto de esa carrera olvidamos que este objetivo es del todo incompatible con nuestra naturaleza humana el perfeccionismo se convertirá en una fuente de sufrimiento y frustración constantes. 

SOBREEXIGENCIA

Si eres una persona demasiado perfeccionista seguramente te impongas estándares del todo inalcanzables en cada uno de los proyectos que emprendes. Esto, junto a una evaluación hipercrítica de tus resultados, te condenan a una insatisfacción permanente con los mismos. Es decir, no hay espacio para un conformismo sano que te permita ver que, llegado a un punto concreto de tiempo y esfuerzo invertidos, tu trabajo está “suficientemente bien”.

BAJA AUTOESTIMA

Quizá tu búsqueda de la perfección te haya conducido a pensar que tus esfuerzos son siempre insuficientes, o bien, que algo falla en ti. De esta forma, el perfeccionismo puede afectar gravemente a tu autoimagen, empobrecer tu autoestima y reducir tu aceptación personal. 

MIEDO AL ERROR

Por otro lado, puede que también tengas cierto pavor a comente errores, pues te estarían alejando de tu idea personal de perfección. En este sentido, debes saber que el miedo al error al que conduce el perfeccionismo puede resultar contraproducente. Preocuparte en exceso por no cometer errores te impide centrarte en aquello que debes hacer para, efectivamente, evitarlos. 

TOLERAR LO IMPERFECTO

Aprender a tolerar cierto grado de imperfección en tus proyectos puede significar un alivio importante de la presión que te autoimpones. Iniciar tus proyectos con el deseo de alcanzar la excelencia, pero con la idea clara de que el resultado perfecto no es más que una utopía, te permitirá reducir el estrés, la presión y la preocupación por evitar equivocaciones. 

El escritor y filósofo francés Voltaire, acuñó una frase que resumen muy bien estás ideas: “LO PERFECTO ES ENEMIGO DE LO BUENO”. Con ello expresa que es preferible alcanzar resultados suficientemente buenos (aunque no perfectos) antes que obsesionarse con alcanzar la perfección, pues esto último implica, como bien he comentado, adentrarse en una guerra perdida.  

El perfeccionismo es, en definitiva, una característica deseable siempre y cuando el saldo entre la conformidad con los resultados obtenidos y aquello que invertimos para lograrlos – tiempo, esfuerzo, salud física y mental… – sea siempre positivo.

Si actualmente eres esclavo de tu perfeccionismo y esto afecta a tu bienestar, acudir a terapia puede ser una buena forma de comprender y gestionar este afán de mejora para conseguir ponerlo de tu lado.